LA CONVERSACIÓN

“Cariño, tenemos que hablar”. Chan, chan, chan… [música de tensión. Algo malo está a punto de suceder 😉]. Estas palabras son temidas en muchos contextos: en la familia, entre amigos/as y, sobre todo, en la pareja, porque la mayoría de las veces se asocian a cuestiones negativas o conversaciones incómodas. A eso, súmale que la conversación tenga que ver con alguna cuestión relacionada con la sexualidad, -la que sea-, y todo se vuelve más incómodo todavía.

Se habla mucho sobre sexualidad, pero, ¿se habla bien? Las conversaciones sobre sexualidad son comunes, sobre todo entre jóvenes, pero la mayoría de las veces tienen que ver más con las normas (cómo besar, cómo ligar, cómo follar, cómo estar bien en pareja), que con las vivencias. Alrededor de la sexualidad giran numerosos mitos y estereotipos que hacen que, cuando queremos hablar sobre lo que nos gusta, lo que no, lo que sentimos, o lo que esperamos de la otra persona -en la cama y fuera de ella-, surjan miedos, dudas y dificultades, que muchas veces incluso se traducen en silencios.

La sexualidad, además, sigue siendo un tabú. Y eso hace que sintamos que de ese tema no se puede hablar cuando tenemos una dificultad, lo que implica un montón de dificultades: desde sentir que eso que nos pasa nos ocurre sólo a nosotros/as, a no buscar ayuda en nuestro grupo, nuestra familia o los/as profesionales.

Hablar de sexualidad debería ser lo normal, pero ahora mismo es casi revolucionario. Y normalizar la conversación sobre sexualidad no va sólo de hablar de temas íntimos, sino de tener las herramientas que nos permitan poner determinadas cuestiones sobre la mesa, o sobre la cama. Y ahí, las personas adultas tienen una enorme responsabilidad para generar espacios en la familia, en la escuela, en los medios y en internet, donde se nos hable de sexualidad de una forma precisa, educativa, y compresiva.  Si no se habla de sexualidad en público, ¿cómo nos van a pedir que hablemos y negociemos en la intimidad, donde están en juego todas nuestras inseguridades y vergüenzas?

Cuando la conversación esté normalizada:

  • Podremos romper con ideas erróneas y con barreras de vergüenza o discriminación en torno a temas como la diversidad sexual. Y eso se traducirá en espacios más seguros, como nuestras aulas, y en sociedades más comprensivas e inclusivas.
  • Será más fácil comprender y poner en juego el consentimiento, respetar las decisiones individuales y comprender los límites propios y ajenos. Y eso se traducirá en relaciones más seguras y satisfactorias, basadas en el buen trato.
  • Podremos confiar en que haya espacios en los que hablar de sexualidad tanto en casa como en el aula, y para recurrir a nuestra familia, el profesorado y otros/as profesionales siempre que lo necesitemos.

En definitiva, normalizar la sexualidad y las conversaciones sobre ella contribuye a que tengamos la libertad de expresarnos y, en definitiva, de ser. Y eso se traduce en mejores vivencias, y por tanto en mayor disfrute. Nadie ha dicho que sea fácil, pero, lo que sí tenemos claro es que hablar nos abre la puerta hacia el bienestar.

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