No tenemos por qué seguir mandatos sociales dañinos
Los mandatos sociales sobre cómo deben ser nuestros cuerpos nos persiguen y asfixian en nuestro día a día, y también se meten en nuestra cama. Poco se habla de lo que implica el encuentro erótico en términos de exposición, y se nos ocurren pocas situaciones en las que seamos tan vulnerables, desnudos/as y con todos nuestros complejos al aire: la depilación, los michelines, el tamaño y la forma de nuestros genitales, nuestras marcas y cicatrices… en continua comparación con esos modelos que encontramos en las redes sociales, y también en nuestro viejo amigo el porno.
El porno, que ofrece cuerpos que responden a estándares de belleza completamente fuera de la realidad, que puede llevarnos a la comparación y generarnos muchísimas inseguridades respecto a nuestra apariencia física cuando en realidad, EN REALIDAD, todos los cuerpos tienen la capacidad para experimentar sensaciones placenteras. Y el porno, que también nos acompleja en cuestiones como el rendimiento. Toda esa representación exagerada de la actividad sexual puede generarnos ansiedad, disminuir nuestra confianza y hacernos pensar que de verdad tenemos que ser súper potentes, súper resistentes, súper flexibles y súper acrobáticos/as. Si vas a trabajar en el circo del sol, sí. En la cama lo que importa es el placer y el deseo.
Nuestras inseguridades en la cama también pueden estar relacionadas con estos deseos si sentimos que no coinciden con lo que se espera de nosotros/as. Entonces, nos ponemos a pensar: «Total, si hemos visto un millón de veces que a los/as protagonistas de las escenas del porno les gustan todas esas cosas que hacen, lo raro será que a mí no me guste, ¿no? O que no les guste a las personas con las que follo». Pero en realidad, lo que ocurre con los deseos y con las prácticas es que, como en todo, hay infinitas posibilidades: que me guste esto pero no aquello, que me guste esto otro contigo pero no con otra persona, que me gustaba antes pero no ahora… Igual con este ejemplo es más fácil verlo: dicen que las ostras son un manjar, PERO, ¿le gustan a todo el mundo? No. ¿Hay alguna obligación de comerse una ostra porque hay mucha gente que diga que es un manjar? No.
¡Válido para aplicar a cualquier cuestión que surja! 😉.
La intimidad de la cama nos permite ayudar a la otra persona a sentirse más segura y a transmitirle que nos gusta como es. Y también comunicar nuestras vulnerabilidades y complejos. Podemos decir:
Esto me agobia
Siento presión para estar a la altura
No me siento cómodo/a con esta parte de mi cuerpo
Siento que necesito saber que encuentras atractiva esta parte de mí que me hace sentir inseguro/a
Me preocupa que mis preferencias no sean lo que esperas
¿Podemos hablar sobre lo que nos apetece y sobre nuestros límites?
No pasa nada porque durante un encuentro “paremos”, o tengamos una conversación previa o posterior donde expongamos nuestros miedos, agobios, inseguridades… Y tampoco pasa nada por resaltar todo aquello que está bien y nos hace sentir a gusto. Queremos aprovechar este texto para recordarte que no tienes por qué seguir todos estos mandatos sociales, que son súper dañinos y que restan bienestar y seguridad en nosotros/as mismos/as, pero también disfrute y placer en nuestros encuentros.