Los mandatos sociales sobre la belleza nos producen inseguridades y complejos
La vuelta de las navidades y el Blue Monday golpean. Te habías prometido que éste era el año del cambio en muchas cosas, pero estamos a mediados de enero y la cosa no tira. Y en esa lista de cosas que atender, la relación con el físico se lleva la palma. Spoiler: nunca vas a llegar porque es imposible llegar.
La presión sobre el aspecto físico, sobre todo en redes sociales, afecta a las y los jóvenes -y especialmente a las mujeres- las 24 horas al día, los 7 días a la semana, y en general, los 365 días del año. Constantemente recibimos mensajes y normas sobre la belleza y sobre cómo deberíamos ser físicamente, ilustrados con tips que nos cargan de exigencias. Según estas normas, ¿cómo debemos «cuidarnos»?
Con una alimentación “saludable” pero cargada de prohibiciones y premios, y de hacer ejercicio cómo método de compensación o castigo, en vez de ver como un regalo para nuestro cuerpo la posibilidad de establecer una rutina de actividad física y una nutrición sanas.
Estando siempre perfectas, con un maquillaje impoluto que, a la vez, dé la sensación de que no nos hemos maquillado, porque la tendencia es el método “cara lavada”.
A base de caer en el consumismo para estar a la última moda, porque la gente muestra en sus redes sociales un estilo digno de revista hasta cuando sale solo a por una cosita a la tienda de enfrente.
En el día a día, y para sorpresa de nadie, nos cuesta mucho llegar a todo lo que que vemos en redes. Esto acaba afectándonos y, aunque estemos muy concienciadas, queremos ser tan “trendy” que nos agobiamos. Mientras, un millón de creadoras de contenido nos hablan de sus rutinas perfectas y nos muestran su cuerpo idílico, lo que afecta de forma directa a la manera en la que nos percibimos a nosotras mismas.
¿Cuándo fue la última vez que publicaste una foto tuya sin filtro?
Usamos los filtros para eliminar marcas en la cara, que nuestros cuerpos se vean más esbeltos y realzar aquello que socialmente se ve como positivo. Mostramos personas que no existen, bellezas irreales, cuerpos imposibles y vidas perfectas. Contribuimos así a normalizar acciones que perpetúan roles y normas tóxicas que nos presionan día a día y que nos hacen dependientes de los filtros para esconder nuestro cuerpo, mientras aumentan nuestros complejos. Y ojo: aunque las mujeres jóvenes se vean más afectadas, los mandatos sobre la belleza también afectan a los chicos, que ven cómo el modelo de hombre atractivo y sensual también es inalcanzable.
Todo esto se traduce en incomodidades, inseguridades y complejos que marcan nuestra relación con nosotras/os mismos/as y también con las demás personas. Cómo nos vemos y cómo nos autopercibimos influye de forma directa en cómo nos relacionamos: si yo tengo una imagen negativa de mí misma/o, eso va a condicionar cómo me van a ver las otras personas, porque transmitimos esas inseguridades.
Y por supuesto, esto sucede en el día a día fuera de la cama, pero también dentro de ella. Pero de esto, y de cómo sentirnos bien con nosotras y nosotros sin tener que seguir dañinos mandatos sociales, hablamos la semana que viene 😉