Repasamos algunas formas de educación sexual que, aunque son mejor que nada, no suelen funcionar. Y aprovechamos para recordar algunos de las cosas que sí tiene la que llamamos educación sexual «auténtica».
Puede que en algún momento -ojalá haya sido así-, alguna persona adulta te haya hablado en clase sobre sexualidad. Puede que fuera un profesor o profesora, o un/a profesional en una charla o un taller. Y puede que sintieras que lo que esa persona decía conectaba con lo que estabas viviendo en ese momento de tu vida y te servía para aclararte respecto a determinadas cuestiones, y para tomar decisiones.
Muchas personas llaman a esa forma de hacer educación sexual “educación sexual integral”. Pero nosotras preferimos llamarla educación sexual a secas, porque es la que debería hacerse. La auténtica.
- Es una educación sexual que no se centra en los genitales y en las relaciones sexuales, sino que parte de una visión amplia de la sexualidad.
- Que no sólo intenta prevenir riesgos, sino que trata de ayudar a las personas jóvenes a vivir con más bienestar.
- Que no entiende a las personas jóvenes como si fueran clones unas de las otras, sino que reconoce y celebra las diferencias y la diversidad
Es verdad que, teniendo en cuenta que la sexualidad sigue siendo un tema tabú, y que en muchos centros educativos ni siquiera se plantea realizar educación sexual, cualquier espacio es bueno para hablar de este tema, incluso desde enfoques más reduccionistas. Pero hay algunas cosas que, a día de hoy, sabemos que no funcionan y que casi podríamos clasificar como red flags de la educación sexual. Aquí van algunas:
Master class de gonorrea. Una cosa es saber que los genitales, al igual que el resto de partes del cuerpo, pueden enfermar. Otra muy diferente es que nos convirtamos en expertos/as en los signos y síntomas de un infinito listado de infecciones de transmisión sexual.
Poner un preservativo en un plátano. Antes de hablar de métodos anticonceptivos es imprescindible plantear algunas reflexiones relacionadas con el deseo de ser madre o padre, y con el embarazo. Además, no se trata tanto de tener un montón de información sobre cada uno de los métodos y su uso, sino de que conozcamos cómo funcionan en general, y dónde conseguirlos. Si hablamos del preservativo, la cosa no está tanto en aprender a ponerlo (quien más y quien menos sabe hacerlo), sino de contar con un espacio para poder entrenar las habilidades que muchas veces nos impiden negociar o proponer su uso.
Que sea importante sólo para algunas personas. En un tema como éste, los intereses de las personas de la clase no tienen por qué coincidir con lo que el/la profesional traía preparado. No se trata de hablar sólo de una cosa o de la otra, sino de encontrar ciertos equilibrios para que lo importante no se quede sin abordar y para que el grupo sienta que lo que es importante para ellos/as se tiene en cuenta.
Educación sexual con sesgos o para «personas que ya saben». A veces, a quien habla de sexualidad se le pueden escapar algunas cosas que no son las que le gustaría transmitir, pero que están influenciadas por la manera en que la sociedad entiende la sexualidad. Pasa, por ejemplo, cuando se habla de personas homosexuales o bisexuales como una excepción y no como lo que son: una muestra más de la diversidad en la orientación del deseo. Otras veces, puede parecer que la persona que está hablando esté dando por hecho que las personas de esa clase han sentido según qué cosas, o realizado según qué prácticas. O que no tiene en cuenta que, ante la sexualidad, cada persona tiene un mapa de valores y creencias que guía sus decisiones.
Terapia de grupo. El aula es un espacio para hablar de cosas generales que le pasan a la gente en general, y no para hablar de las vivencias individuales de cada persona, porque ocupar el tiempo que tenemos en una única persona o vivencia puede hacer que el resto ‘desconecte’. Para hablar de cuestiones personales existen espacios específicos donde las respuestas se pueden centrar mucho más en nuestro caso.
¿Se te ocurre alguna más?
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