Suelen ser intensos, breves, muchas veces caóticos y, quizá por eso, inolvidables. Estos amores, que son más bien enamoramientos, son además grandes oportunidades para aprender.
El verano ya está aquí, y con él llega una época llena de emociones, experiencias y, por supuesto, los famosos «amores de verano». Esas relaciones que, a pesar de su brevedad, se viven con tal intensidad que a menudo dejan una huella casi imborrable, y que hacen que en determinados momentos miremos al pasado con nostalgia pero con el placer de haberlo vivido.
Los amores de verano generalmente suelen estar conectados a las vacaciones y a algún lugar concreto, ya sea la playa, el pueblo, otra ciudad, un campamento de verano, un intercambio… Estos encuentros suelen tener un principio y un final; vale, esto puede pasar con otras (o todas) las relaciones, pero en este caso, por las circunstancias, incluso antes de empezar ya sabemos que se acabará.
Esta brevedad quizá sea la causante de que estos amores se vivan de forma tan intensa. Ya hemos hablado en otras ocasiones de las diferencias entre el amor y el enamoramiento, y aquí se ve especialmente reflejado. Podríamos decir que el enamoramiento tiene un efecto casi caótico en las personas: las mariposas hacen que sólo podamos pensar en la otra persona, que solo veamos las cosas positivas y que mostremos nuestra mejor versión. Este estado tiene una duración determinada, porque no podríamos vivir eternamente en esa nube de fantasía: teóricamente no es operativo, aunque sí maravilloso, claro 😉.
Los amores de verano son geniales para aprender
Estos amores, aunque geniales, pueden generar expectativas poco realistas, ya que, al desarrollarse en circunstancias que no suelen ser las habituales, se convierten en experiencias inusuales pero únicas. Y aquí reside su magia. Eso no quiere decir que otros amores no la tengan o tengan menos magia; simplemente, serán diferentes.
De hecho, los amores de verano son una experiencia estupenda para aprender: aprender a comunicarnos con la otra persona, a identificar lo que nos gusta y lo que no, a expresar nuestros sentimientos, y un sinfín de aprendizajes con relación a nosotros/as mismos/as y al otro/a. Y estos aprendizajes seguramente sirvan para enriquecer relaciones futuras y cultivar una sexualidad más plena y satisfactoria.
Pero oye, ¿y si resulta que esa conexión veraniega es tan brutal que deseamos que se alargue en el tiempo? En ese caso es importante tomar decisiones conscientes sobre cómo continuar la relación, por lo que la comunicación será fundamental: exponer los deseos, expectativas y compromisos con respecto a la relación, establecer metas y planes realistas, así como estar dispuestos/as a adaptarse a los retos de la distancia serán elementos clave para construir una relación duradera y significativa. Además, gracias a internet, hoy en día es mucho más sencillo mantener este tipo de relaciones que hace unos años; y si no, pregúntale a tu padre o a tu madre 😉