En nuestro imaginario colectivo parece que se entiendan las relaciones sexuales como una secuencia rígida, como una serie de prácticas eróticas ordenadas y jerarquizadas, que se deben dar una detrás de otra, en ese orden determinado y con una única finalidad: el orgasmo.
Esto puede provocar que si en algún momento queremos interrumpir esa secuencia no sepamos cómo, que pensemos que si hemos empezado tenemos que terminar, porque establecen un principio y un fin. Pero, ¡adivinad! No debería de ser así.
Las relaciones sexuales no siempre empiezan igual, ni tienen que acabar igual para las partes implicadas, ni tienen por qué darse siempre de la misma manera. Es más, en caso de establecer los inicios y los finales, no deberíamos relacionarnos con prácticas concretas. Deberíamos centrarnos en nuestros deseos y los deseos de la otra/as personas.
La definición del término «consentimiento» puede parecer sencilla, pero no es así. Nos podemos encontrar situaciones (de hecho ocurren con frecuencia) en las que nuestros límites o decisiones se ven sobrepasadas.
Por consentimiento entendemos “enunciado, expresión o actitud con que una persona consciente, permite o acepta algo.”
Entonces:
¿No es no?
¿Solo sí es sí?
¿Ante el silencio suponemos que es un no o un sí?
En el consentimiento sexual el lenguaje explícito no sólo hace referencia a las palabras que decimos, ni todo se reduce a decir que no si no queremos, y esto puede generar un poco de lío.
Al venir siempre asociado a los noes dejamos de lado la parte más importante que es decir que sí, poder expresar nuestros deseos, saber expresar nuestros deseos, y esto no solo se puede comunicar con palabras.
Consentir es un acto y ese acto puede venir dado explícito a través del lenguaje verbal o no.
De forma simplificada y más sencilla podríamos decir que el consentimiento es tener la certeza de que todas las personas implicadas en una relación sexual están interactuando de forma libre, haciendo en todo momento lo que quieren, con quien quieren y de la manera que desean, sin presiones, temores, amenazas o coacciones.
Podemos consentir diciendo sí, pero también podemos consentir a través de gestos que indiquen a la otra persona o personas que deseamos que ocurra ese encuentro, esa práctica y de esa manera determinada. Al igual que podemos expresar que queremos que se produzca un cambio, se pare o se continúe de otra manera, pero para ello debemos de poder comunicarnos de manera libre y sentirnos seguros/as en esos encuentros.
Es decir, que cuando hablamos de consentimiento sexual hablamos de la acción de permitir, voluntariamente y por deseo compartido, una cosa ya sea por iniciativa propia o por iniciativa de otra persona.
Ya hemos hablado de lo que SÍ es consentimiento, así que también podemos hablar de situaciones o circunstancias que pueden NO implicar consentimiento perse:
- La ausencia de un “no”.
- El silencio.
- Si el acto no se da libremente o se produce por temor o amenazas.
- Si la acción se lleva a cabo cuando una de las partes no está consciente.
- Si lo damos siendo engañados/as.
- Si nuestro estado mental está alterado.
Otro factor importante cuando hablamos de consentimiento es que el sí del principio no determina que ese consentimiento tenga que durar lo mismo para ambas partes. Es posible que iniciemos una relación con ganas, pero que en un determinado momento se nos vayan y no queramos continuar. Es importante dar valor a los deseos de cada momento, no obligarnos a continuar solo porque hemos empezado o enfadarse porque alguien decida terminar la relación sexual antes de que nosotros/as queramos.
Además no solo se trata de consentir, también se trata de pedir consentimiento para que esos límites personales e interpersonales se respeten.
Y es en este sentido donde tenemos que darle ese valor a la comunicación entre las partes, porque los límites son diferentes para cada persona y en ellos se encuentran todo lo que es aceptable en ese momento y en un contexto determinado, es decir que:
- Son únicos para cada persona.
- Se deben de establecer en cada nuevo encuentro, aunque las personas y el contexto sean idénticos, como es el caso de las parejas.
Y aquí es importante recalcar la idea de que una persona sea mi pareja no significa que el consentimiento ya esté otorgado para todos los encuentros futuros.
El consentimiento no solo hace referencia a si queremos con una persona determinada, también hace referencia a los tiempos, a los contextos y a las apetencias de cada momento.