Imagen: Toa Heftiba.
Solo necesitas 4 minutos para leerlo. ¡Palabrita del CJAS!
¿Qué es para ti la infidelidad?
La infidelidad es considerada la mayor traición que se puede cometer contra el otro miembro de la pareja. Cuando iniciamos una relación, inconscientemente firmamos un contrato con diferentes cláusulas en los que aparece la exclusividad, el tiempo de ocio, la intimidad, el respeto y la lealtad, entre otros. Todo esto sin que ni siquiera lo hayamos hablado previamente. Es por ello que cada miembro de la pareja escribe en él lo que considera que debe tener o como debe funcionar una relación. Se podría considerar que jugamos a un juego en el que no conocemos las reglas.
La infidelidad es cosa tanto de hombres como de mujeres
Aunque existen diferencias entre ellos, se deben sobre todo a cuestiones culturales y educacionales. En los hombres la expresión de las fantasías y del deseo es más explícita, se considera que su sexualidad está siempre activa. Mientras que en las mujeres no suelen tener esta libertad a la hora de hablar de su sexualidad debido, en gran medida, a las represiones sociales. La mujer ha sido representada como objeto de deseo y no como ser deseante.
Cuando pensamos en infidelidad la mayoría de nosotros lo primero en lo que pensamos es en tener sexo con otra persona, concretamente en la penetración (ya sabemos que el coitocentrismo nos persigue). Sin embargo, no sólo existe la infidelidad física.
Algunas personas consideran como infidelidad que su pareja pueda tener sentimientos hacia otra persona, o que cuide a otra persona como les cuida a su pareja. Es la considerada como infidelidad afectiva.
La infidelidad tiene un componente cultural, dependiendo del lugar o contexto en el que nos desarrollemos tendremos una idea diferente de lo que significa la infidelidad. Por ejemplo, existen culturas en las que la poligamia es posible o las parejas poliamorosas. Por tanto, tener sexo o sentir algo por otras personas no significa infidelidad.
Otras personas pueden considerar infidelidad fantasear con otra persona, desear a otro o, incluso, utilizar un juguete erótico.
Las fantasías son producto de nuestro imaginario, son voluntarias y controlables. Su función es entretenernos, llevar a cabo en nuestra imaginación todas aquellas cosas que no podemos o que no queremos realizar en la realidad. Son íntimas, personales, privadas y moldeables a nuestro antojo.
En cambio, los deseos hacen referencia a todo aquello que nos gusta o nos gustaría realizar. Los deseos son involuntarios, no podemos decidir quién nos gusta y quien no, o qué nos gusta y qué no. Aunque los deseos sí son controlables, es decir, decidimos si nos dejamos llevar o no por ellos. A pesar de que cuanto más fuerte es el deseo, más difícil es de controlar, siempre tenemos la posibilidad de hacerlo.
Hay veces que tenemos dudas sobre si lo que experimentamos, lo que hemos pensado o sentido es una fantasía o un deseo. Las fantasías son muy variadas de unas personas a otras, y pensar en una persona u otra no quiere decir que la deseemos, simplemente es un pensamiento. Las fantasías pueden ser románticas, sensuales, violentas, todo lo anterior o algo completamente distinto. Pero eso no quiere decir necesariamente que se quiera llevar a la práctica lo que se experimenta en el imaginario. En las fantasías las personas controlan qué pasa, que personas están implicadas, dónde, cuándo y cómo ocurre. Las fantasías arrancan y finalizan en nuestra mente.
Los juguetes eróticos están dando mucho de qué hablar, sobre todo el más que conocido satisfyer. El famoso succionador de clítoris nos ha hecho plantearnos si el uso de este puede ser considerado infidelidad. Para algunas personas es así, puesto que masturbarse solo teniendo pareja no se ve apropiado. Masturbarse con o sin un juguete es otra forma de disfrutar de nuestra sexualidad, de obtener placer y no tiene que significar infidelidad. Algunas veces hemos oído: “si necesita un juguete mejor que se vaya con otro/a”. Y es que este pensamiento puede tener su origen en la idea de que el placer en nuestros encuentros eróticos depende del hacer del otro.
El succionador de clítoris ha permitido dar visibilidad e importancia al clítoris, el único órgano destinado exclusivamente al placer, y a la sexualidad de las personas con vulva. Así como entender que hay muchas prácticas y placer más allá de la penetración.
Pero, no es oro todo lo que reluce. Y es que pasamos de un extremo al otro. Con succionador se está fomentando la obtención de orgasmos rápidos, de tal forma que nos convertimos en “turistas del sexo”, que van a hacerse la foto en el monumento de turno y se pira; en vez de viajeros que se dejan llevar y van hacia dónde les apetece, sin mapa ni guía, descubriendo y explorando.
Se vuelve a poner encima de la mesa el eterno debate sobre si existen dos tipos de orgasmos, vaginal vs. clitorial. Cuando sabemos que los orgasmos se producen al estimular el clítoris. Lo que pasa es que podemos llegar a él por diferentes vías, mediante su estimulación directa o a través de la vagina.
Por otro lado, seguimos genitalizando el placer, quitándole importancia a todo el resto de nuestro cuerpo. Su uso prolongado hace que nos acostumbremos a una forma concreta de estimularnos que puede dificultar la estimulación de otras formas.
Como ves, existen innumerables concepciones de lo que significa la infidelidad, por ello, no podemos decirte que se considera infidelidad y que no, puesto que se trata de un concepto personal y depende de los miembros de cada pareja. Lo que sí podemos hacer es animarte a que hables de ello con tu pareja.